Frustran políticas de EU sueños de un poblado

Author: Isaac Córdoba

En Mo i Rana, un pequeño pueblo industrial noruego al borde del Círculo Polar Ártico, una cavernosa fábrica gris permanece sin terminar -un monumento a la esperanza económica incumplida. La empresa de baterías eléctricas Freyr estaba a mitad de construir estas enormes instalaciones cuando se aprobó el amplio proyecto de ley climático de la Administración Biden en el 2022. Quizás la legislación climática más importante de la historia, la Ley de Reducción de la Inflación prometió aproximadamente 369 mil millones de dólares en exenciones fiscales y subvenciones para tecnología de energía limpia durante la próxima década. Sus incentivos para la producción de baterías en Estados Unidos eran tan generosos que terminaron por ayudar a impulsar a Freyr a pausar sus instalaciones en Noruega y concentrarse en mudarse al Estado de Georgia.

La startup aún está recaudando dinero para construir la fábrica mientras intenta demostrar la viabilidad de su tecnología clave, pero ha cambiado su registro comercial a Estados Unidos. Su cambio fue simbólico de un estira y afloja global más extenso a medida que los países compiten por las empresas y tecnologías que darán forma al futuro de la energía. El mundo se ha alejado de décadas de énfasis en la competencia privada y se ha sumergido en una nueva era de política industrial competitiva -una en la que las naciones están ofreciendo un mosaico de regulaciones favorables y subsidios públicos para tratar de atraer industrias verdes como los vehículos eléctricos, la energía solar y el hidrógeno. Mo i Rana ofrece un claro ejemplo de la competencia en curso. El poblado industrial está tratando de establecerse como la capital de la energía verde de Noruega, por lo que la decisión de Freyr de invertir en otro lugar fue un duro revés. Las autoridades locales originalmente esperaban que la fábrica pudiera atraer a miles de empleados y nuevos residentes a su pueblo de unos 20 mil habitantes -una promesa tentadora para una región que lucha contra una población que envejece. En lugar de ello, Freyr emplea sólo a unas 110 personas a nivel local en su planta de pruebas centrada en el desarrollo tecnológico.

 

"La Ley de Reducción de la Inflación lo cambió todo", dijo Ingvild Skogvold, directora administrativa de Ranaregionen Naeringsforening, un grupo de la cámara de comercio en Mo i Rana. Criticó la respuesta del Gobierno nacional: "Cuando el mundo cambia, hay que adaptarse, y no hemos sido lo suficientemente eficientes en nuestra respuesta a la LRI". Las implicaciones se extienden más allá de Mo i Rana. Existe una creciente sensación de que tanto la Unión Europea como Noruega, que no es miembro oficial, pero sigue muchas de las políticas de la UE, podrían rezagarse en la carrera hacia la energía limpia. China tiene el 80 por ciento de la capacidad mundial para producir las baterías que son esenciales para las redes de energía verde y los autos eléctricos. Eso ha dejado a las naciones con una "sensación de vulnerabilidad por la concentración de la oferta", dijo Antoine Vagneur-Jones, director de comercio y cadenas de suministro en Bloomberg New Energy Finance. Para países como Noruega, rezagarse podría significar seguir dependiendo económicamente del sector del petróleo y el gas. "Vemos en el horizonte que el petróleo y el gas retrocederán", dijo Ole Kolstad, de Rana Utvikling, una oficina de desarrollo empresarial en Mo i Rana. "Tenemos que ser parte de esa transición".

 

Mo i Rana no es ajeno a los cambios en el desarrollo industrial global: las oscilaciones entre ayuda estatal y los principios del libre mercado han sido fundamentales en su historia. El legado industrial del poblado comenzó en serio a principios del siglo 20, cuando una empresa vinculada al inventor estadounidense Thomas Edison desarrolló infraestructura y construyó un ferrocarril hacia lo que entonces era un pequeño asentamiento minero. Después de la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno noruego construyó una gran acería paraestatal en Mo i Rana, generando empleos y una explosión demográfica. Pero la era de la industria subsidiada por el Estado terminó en la década de 1970, cuando un exceso de producción provocó el desplome en los precios del acero. Para finales de la década de 1980, el Gobierno noruego había decidido privatizar la producción en el poblado. La población nunca creció mucho más allá de su pico de los años 1970. Mientras las autoridades de desarrollo local intentan atraer a los jóvenes y asegurar el crecimiento futuro, consideran a la energía sostenible como crucial. "Queremos ser la capital de la energía verde de Noruega", afirmó Geir Waage, el Alcalde.